Desde sus inicios, el desarrollo del transporte ha
mantenido una estrecha relación con las transformaciones económicas y sociales.
La existencia de las primeras ciudades de la antigüedad dependió en gran medida
de las posibilidades de los medios de transporte; las primitivas civilizaciones
se agruparon precisamente alrededor de las vías fluviales y cerca del mar, dada
la mayor facilidad del transporte fluvial y marítimo. Este fue siempre por
delante del terrestre, por lo menos hasta el s. XVIII. Desde la edad del
bronce, y sobre todo ya en la edad del hierro, las naves cretenses, egipcias,
fenicias, griegas y romanas, descubierta ya la vela, permitieron la rápida
extensión de las ciudades y del comercio
en el Mediterráneo y el mar Negro. Más ligados al desarrollo de la vida
agrícola se han de situar los primeros grandes descubrimientos del transporte
terrestre, mediante la utilización de la fuerza animal y de la rueda: primero
la rastra y después el carro facilitaron, a partir de la edad del bronce, la
extensión de la agricultura. Por otra parte, la construcción de una red viaria
por los persas y, sobre todo, por los romanos tuvo entonces un valor más
administrativo y militar que económico. Importantes avances técnicos en la
navegación acompañaron durante los ss. XI-XIII la revolución comercial europea:
la brújula y el timón de codaste permitieron los viajes por mar abierto.
Destacaron entonces los modelos de naves de quilla profunda, frente a la galera
mediterránea (rápida, pero de poca capacidad); finalmente, la coca terminó por
transformarse en carabela, que habría de ser el instrumento de los grandes
descubrimientos oceánicos de los ss. XV-XVI. Durante el s. XVIII ( e incluso buena
parte de la primera mitad del s. XIX ), pese al impulso dado a las carreteras y
la sustitución de los viejos barcos (que tardaban en cruzar el Atlántico
cuarenta días),por los clippers, los medios de transporte continuaron
utilizando la energía limitada del viento, de las corrientes de agua o la
fuerza muscular animal o humana, y sus posibilidades eran insuficientes frente
a las necesidades económicas.
La revolución de los transportes se inició hacia 1820 con
la generalización de la aplicación de la máquina de vapor a los medios de
transporte (primeros intentos en este sentido tuvieron lugar en la navegación a
finales del s. XVIII). Por otra parte, el uso del hierro en la construcción se
inició también hacia 1840, dando lugar a la aparición del paquebote. A partir
de entonces, conquistados ya los avances técnicos esenciales, las embarcaciones
aumentaron la longitud. Gran Bretaña controló hasta 1914 más de la midad de
todo el tonelaje mundial. Sin embargo, fue el ferrocarril, que también surgió
del encuentro de la siderometalurgia y de la máquina de vapor, el medio de
transporte que conoció un desarrollo más prodigioso (en 1850,35000 km en todo
el mundo; en 1914, 1000000). Permitió un crecimiento considerable del tráfico
de mercancías y de pasajeros, la especialización de las regiones en el plano
nacional (así como el crecimiento del transporte por mar había facilitado la
especialización a nivel internacional), el desarrollo de las carreteras
secundarias (al encuentro de la estación de ferrocarril), la modificación del
poblamiento y, en su conjunto, una mayor vida económica en el interior. El
ferrocarril derrotó plenamente a la política de canales abierta en 1760 y
cerrada de hecho hacia 1830. En definitiva, la revolución de los transportes
del s. XIX significó: para la agricultura, la posibilidad de nuevos mercados;
para las ciudades, la limitación de las crisis de aprovisionamiento; para la
industria, su concentración cerca de los puntos de llegada de materias primas.
Por otra parte, dio lugar a la formación de nuevas grandes industrias
internacionales (sobre todo, la de los ferrocarriles y de las grandes compañías
de navegación). Posteriormente, los grandes buques impusieron a su vez el
desarrollo de grandes puertos, así como la modificación de las técnicas de su
construcción.
Después de la segunda guerra mundial, el automóvil y el
camión se han impuesto en el transporte a cortas distancias, lo que ha
provocado una reestructuración de las líneas férreas en los países
desarrollados, así como la búsqueda de perfeccionamientos técnicos; la
electrificación y la dieselización, que han dado origen a la casi total
desaparición de las locomotoras de vapor.
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